Otras adaptaciones ayudan a los
mamíferos marinos a retener la respiración durante más tiempo que los otros
mamíferos: Los cetáceos pueden tomar más aire de la atmósfera en cada
respiración, pues sus pulmones son proporcionalmente más grandes que los de los
humanos. Además, intercambian más aire en cada inspiración y espiración. Los
glóbulos rojos de su sangre también son capaces de llevar más oxígeno y, cuando
bucean, la sangre de los mamíferos marinos se distribuye únicamente a aquellas
partes del cuerpo que necesitan oxígeno: el corazón, el cerebro y los músculos
necesarios para nadar; la digestión y los otros procesos tienen que esperar.
Estos mecanismos, parte de los reflejos de estos
animales al bucear, son adaptaciones a la vida en medio acuático y,
evidentemente, ayudan al animal a la hora de dormir; los cetáceos reducen el
número de respiraciones durante los periodos de sueño; un delfín puede respirar
de 8 a 12 veces por minuto cuando está activo mientras que baja a 3 a 7 veces
por minuto cuando duerme
Los nacimientos submarinos a veces causan problemas a
los delfines y a las ballenas, y es que el primer contacto con el aire es el
que inicia la primera y crucial respiración. Las necropsias a veces muestran
que el animal jamás llegó a la superficie para tomar su primera bocanada de
aire. Lo mismo ocurre cuando el animal queda atrapado en una red de pesca;
queda imposibilitado de alcanzar la superficie. En otras ocasiones, un animal
perseguido sufre un ataque de pánico y nada más profundo que lo que le permiten
sus posibilidades, quedándose sin aire y muriendo por sofocación.
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